Mucho se ha hablado del uso de lenguaje no sexista e incluyente en el día a día, sin embargo, no existe todavía demasiada conciencia en torno al uso de tal lenguaje en los documentos laborales de las personas.
Por documentos laborales no me refiero a documentos oficiales que se relacionen con la vida laboral de las personas (aquellos son importantes pero generar cambios significativos en los mismos es más complicado) sino aquellos que surgen, a nivel privado, al interior de las organizaciones, empresas, centros de trabajo.
Soy abogada laboral en México, y en mi país, como en muchos otros, se conserva el uso de lenguaje binario y preponderantemente masculinizado. Los documentos laborales no son la excepción, la falta de neutralidad en los términos que se incluyen resultan en un evidente borrado de las mujeres y las disidencias sexuales.
Al tratarse de “formatos y machotes” y buscando reducir la carga administrativa que implicaría personalizar a detalle cada contrato, cada política, cada acta administrativa, los documentos suelen redactarse en masculino, y en el mejor de los casos se visibiliza la opción de que quien firma sea mujer al indicar al final de la palabra “trabajador/empleado” una diagonal o paréntesis agregando la letra “a”, lo que, independientemente de incluir a las mujeres, deja fuera a las personas no binarias.
La funcionalidad de algunos idiomas, como el inglés, se ve clara al tener una mayor cantidad de sustantivos neutrales con los que resulta más sencillo el uso de lenguaje no sexista, tal es el caso precisamente de los términos laborales para referirse a la clase trabajadora.
La evolución del lenguaje y su deconstrucción hacia la inclusión es algo que molesta a demasiadas personas, especialmente el uso de la letra “e” como neutral para incluir a las disidencias sexuales. Por ello, invito a quienes nos dedicamos, de una u otra forma, a la gestión de recursos humanos y atención de temas laborales a que utilicemos las herramientas que cada uno de los idiomas nos brindan para usar términos verdaderamente neutros e incluyentes.
El uso de la letra “e” sin duda es una buena alternativa, sin embargo también existe la manifestación feminista que refiere que la imposición de la letra “e” resulta en el mismo borrado femenino que hoy se realiza en la adopción de términos masculinos como universales; por tal razón en muchos espacios se procura el uso de sustantivos femeninos, masculinos y neutros para no dejar a nadie fuera, sin embargo al redactar documentos que pretenden ser breves y sintéticos tal alternativa no parece la mejor opción.
En español, hablar de “personas trabajadoras” resulta una buena alternativa puesto que se incluye a todas las diversidades desde su pertenencia a la especie humana, sin hacer distinción de género socialmente adoptado. Estoy convencida de que, con el paso del tiempo, podemos encontrar distintas formas de usar el lenguaje como herramienta de inclusión, utilizar nuevos y mejores términos para visibilizar a todas las personas y lograr que, desde el primer momento en que una persona se integra al mundo laboral, al firmar un contrato, se sienta reconocida, respetada y valorada en su individualidad.
Vale la pena reflexionar sobre la forma en la que la tecnología ha impactado en la elaboración y gestión de documentos laborales; en un mundo que transita a pasos agigantados a la eliminación de documentos físicos y con el uso de almacenamiento en la nube y herramientas de elaboración de documentos que permiten la individualización de los mismos de forma pronta y automática, cada vez es más absurdo justificar la exclusión por privilegiar la rapidez.
A pesar de que en países como México existe aún muy arraigada la cultura de elaboración y preservación de documentos físicos con firmas autógrafas, especialmente de documentos laborales, es responsabilidad también de quienes somos parte del mecanismo laboral, empujar hacia la modernización en la medida que ello no perjudique los intereses de nadie.
Es factible hacer cambios al interior de los centros de trabajo, de las organizaciones y empresas, son esfuerzos que, aunque parezcan pequeños pueden reflejar grandes cambios a la posteridad y, quizás, en un futuro inclusive se llegue a la modificación normativa que regula la elaboración y contenido de los documentos laborales para convertir a la inclusión y el uso de lenguaje incluyente en obligatorios.
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